31 de diciembre de 2011
30 de diciembre de 2011
Las grandes piedras de Baalbek
21 de diciembre de 2011
Paradoja
14 de diciembre de 2011
Planeta tendría temperatura y agua líquida para la vida
Dorismar H Extremo
9 de diciembre de 2011
Paradoja
8 de diciembre de 2011
5 de diciembre de 2011
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1 de diciembre de 2011
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30 de noviembre de 2011
Paradoja
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29 de noviembre de 2011
Paradoja
La lógica desafía al intelecto
27 de noviembre de 2011
Destino Desconocido: Desapariciones misteriosas
18 de noviembre de 2011
Teorías de la Conspiración: Hitler en las Pampas
Abatida por el Sol
En 1979, la gigantesca estación espacial Skylab 1, de 77 toneladas de peso, circunvolaba la Tierra a una altitud de 435 km. Durante su primer año en el espacio, en 1973, tres tripulaciones sucesivas completaron un programa de investigación que incluía observaciones detalladas del Sol. Después la Skylab siguió por su cuenta.
Entonces su órbita comenzó a debilitarse, cuando la fricción de la atmosfera la volvió poco a poco más lenta. Pero los científicos de la NASA tenían planes para salvarla y evitar que se precipitara a tierra. Una de las primeras misiones de los transbordadores espaciales que iban a ser lanzados al espacio sería intentar colocar la Skylab en una órbita superior, en donde la fricción sería mínima.
Pero el Sol desempeñó un papel inesperado: una serie de explosiones solares perturbaron el campo magnético de la Tierra. La atmosfera se dilató de manera significativa, aumentando la fricción a medida que la Skylab incrementaba su altitud: como resultado, la estación espacial disminuyó su velocidad. En julio de 1979, mucho antes del lanzamiento del primer transbordador espacial, la Skylab se precipito a tierra.
Se desencadenó una alerta internacional a lo largo de la ruta de caída de la Skylab, pues los millares de trozos de restos planteaban la posibilidad de un desastre en gran escala. Afortunadamente los restos cayeron al mar y en zonas despobladas al oeste de Australia. Así termino el vuelo de 140 millones de kilómetros de la nave espacial más perfeccionada de su época, que llevaba equipo por valor de muchos millones de dólares.
7 de septiembre de 2011
Venganza en las grandes llanuras
27 de junio de 2011
El hombre que vivía en una caja
Un lugarcito acogedor.
Para la mayoría de la gente, el pensar en vivir en una caja de apenas de
El “hogar” de Wortley parecía un carro remolque en miniatura. Salvo el techo, que tenía forma de arco y estaba hecho de metal, la caja estaba hecha de madera y se asentaba en cuatro ruedas pequeñas. Dentro tenía un viejo asiento de autobús, con un estribo para los pies, y varias repisas para acomodar alimentos y objetos personales.
No obstante las evidentes inconveniencias de un hogar tan pequeño, para Wortley tenía sus ventajas. En primer lugar, podía viajar en la extraña estructura de madera y metal por todo el país, deteniéndose en donde le pareciera. Al adoptar ese modo de vida, también podía evitar los indeseables contactos con el gobierno: como era independiente a ultranza, se negaba a pagar impuestos de ningún tipo, pero tampoco esperaba recibir dádivas ni pensión de ninguna especie. Wortley fue un hombre de ideas peculiares. Una de ellas era la profunda desconfianza que le inspiraban los cierres de cremallera; invariablemente se los quitaba a cualquier pantalón, ya que no le gustaba tener objetos dentados cerca de las partes sensibles del cuerpo.
Su lenguaje era excéntrico, pues sufría de asociación fonética: una palabra lo hacía recordar otra, por lo general desvinculada de ella, y su conversación daba giros extraños, de poco sentido para los demás.
Wortley pasó los últimos años de su vida como guardián de una solitaria quinta campestre. El hecho de tener un trabajo regular no lo hizo abandonar su estilo de vida: simplemente estacionó su caja en el fondo del jardín.