Powered By Blogger

21 de diciembre de 2010

Corteza de cortezas

Un remedio legendario
Según la leyenda, la condesa de Chinchón, esposa del virrey del Perú, fue la primera europea curada del paludismo. Como cada acceso de fiebre y escalofrío la acercaba más a la muerte, el angustiado conde suplicó al médico de la corte que la salvara. Pero en 1638 el único remedio facultativo era practicar una sangría, lo que debilitaba más a la enferma. Su última carta fue recurrir a la medicina de los indígenas, quienes curaban la fiebre utilizando una poción hecha con la corteza de un árbol de los Andes.
La condesa sobrevivió al ataque de paludismo y, según nos cuenta la historia, llevó consigo el medicamento milagroso cuando regresó a Europa hacia 1640. Sea o no cierto el relato, el naturista sueco del siglo XVIII Carolus Linneo si lo creyó y bautizó a la corteza con el nombre de Chinchona.
Sin embargo, lo más probable es que hayan sido los jesuitas, y no la condesa, quienes llevaron a Europa la chinchona o quina. Cuando en el siglo XVI los jesuitas establecieron misiones en América, descubrieron que los indígenas curaban la fiebre. Enviaron unas muestras de corteza a Europa y ya hacia 1650 la embarcaban con regularidad. Uno de ellos fue Juan de Lugo.
Durante años, el hombre había buscado el origen de esta fiebre mortal. En una época se pensó que se originaba de los vapores malsanos que se elevaban de pantanos y marismas, de donde se derivó “malaria” aire malo. Pero no fue hasta 1880 que el francés Charles Laveran descubrió que la fiebre y los escalofríos agotadores, característicos de la enfermedad, eran causados por parásitos esparcidos por todo el mundo, aunque su mecanismo de transmisión la descubrió Sir Ronald Ross

Multitud desagradecida.
El remedio a tal enfermedad, en vez de haber sido bien recibido, fue rechazado por la mayor parte de la Europa protestante del siglo XVII; se afirmaba que “la corteza de los jesuitas” era una conspiración papista. En Londres, los alborotadores llenaron las calles y propagaron el rumor de que dicha corteza era parte de una conspiración católica para exterminar el protestantismo. Incluso se llegó a afirmar que los jesuitas trataban de envenenar al rey. Mientras tanto, los médicos doctos desdeñaron el remedio, calificándolo de remedio casero.
El parlamentario inglés Oliver Cromwell, puritano, constituye un ejemplo del prejuicio en contra de los jesuitas, pues toda su vida padeció de ataques recurrentes de paludismo; finalmente, prefirió morir a causa de la enfermedad antes de tomar lo que llamaba “polvo del diablo”.
Pero apenas 20años después, Carlos II “el monarca risueño” de Inglaterra, no dudó en mandar llamar a un charlatán londinense, Robert Talbor, conocido entre los ricos por sus curaciones de paludismo. Talbor se mofaba de los jesuitas públicamente, mientras en secreto hacía sus preparaciones a base de la corteza de los jesuitas.
Talbor no solo curó de paludismo al rey, sino que fue nombrado caballero por sus esfuerzos y por orden del rey, convertido en miembro del prestigiado Real Colegio de Médicos. La reputación de Talbor se extendió al extranjero. En 1679 lo mandó llamar Luis XIV de Francia, cuyo hijo y heredero tenía paludismo. Después de curarlo, Talbor fue recompensado con una pensión vitalicia más 3,000 coronas de oro por la receta, que el rey prometió conservar en secreto mientras Talbor viviera. Al morir Talbor en 1681, el rey francés reveló la formula: 6 dracmas de hoja de rosal, 2 onzas de jugo de limón y una fuerte infusión de la corteza de los jesuitas administrada con vino. El vino era necesario, pues los alcaloides que contiene la corteza son insolubles con el agua, pero muy solubles con el alcohol.
Cuando la receta se hizo pública, la curación de los jesuitas fue finalmente aceptada por la ya ansiosa profesión médica.
Pasaron más de 100 años para que 2 médicos franceses, Joseph Pelletier y Joseph Caventou, aislaran en 1820 el alcaloide contenido en la corteza de los jesuitas, que es el agente curativo de esta. La llamaron quinina, derivada de la palabra quechua quinquina, “la corteza de cortezas”.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario