La causa, improbable. Del cólera.
El 14 de septiembre de 1854 las angostas calles del Soho londinense, por lo regular un barrio bullicioso, estaban extrañamente desiertas. En la esquina de cada calle ondeaban banderas amarillas, y por todas partes había charcos de cloruro de cal, de un color blanco lechoso. Reinaba una quietud fantasmal.
Desde hacía varios días, centenares de personas habían muerto de cólera, una de las enfermedades más devastadoras y menos conocidas de esa época. Las banderas amarillas advertían la presencia de la plaga, y el cloruro de cal era un intento desesperado de desinfección. Después de hacer esfuerzos por detener el mal, la mayoría de los aterrorizados habitantes del Soho habían
huido. Los hospitales locales desbordaban moribundos, y el clímax de la enfermedad se registraron 143 fallecimientos en un solo día.
Había tantos cadáveres que, sin ceremonia, los amontonaban en carretas y los llevaban a enterrar.
La enfermedad del misterio
En aquella época la opinión de los médicos estaba dividida en cuanto a la causa de la enfermedad.
Muchos sostenían que el aire putrefacto la diseminaba por los barrios sobrepoblados de los pobres. Otros opinaban que la altura sobre el nivel del mar era importante: cuanto mayor fuera la altitud, más puro sería el aire. Cierta autoridad afirmó que la gente de pelo oscuro era más vulnerable que la rubia o pelirroja. La triste realidad era que nadie sabía cómo evitar o curar la enfermedad.
El doctor John Snow, que vivía cerca del Soho, había participado en el debate acerca del cólera en 1848, durante la epidemia anterior. Snow era una autoridad reconocida en cuestiones respiratorias y dudaba que el cólera fuera algo que la gente inhalara.
El cólera se manifiesta primero como trastorno estomacal, refería y pensaba el doctor Snow, por lo tanto era razonable concluir que lo que el llamaba “veneno” del cólera tenía que ser algo que entrara por la boca.
Los síntomas principales eran vómito y diarrea, seguidos por espasmos y calambres en las
piernas. La gente no acostumbraba a lavarse las manos antes de comer, así que cualquiera que estuviera en contacto con un enfermo podía ingerir fácilmente el “veneno” con los alimentos. Y en un barrio como el Soho, lleno de excusados con fugas y de letrinas desbordantes, había grandes posibilidades de que la enfermedad pasara directamente al abastecimiento local de agua potable.
Pero ¿por qué el cólera había estallado en proporciones epidémicas en el Soho?
Snow advirtió que el brote del Soho estaba limitado a una zona pequeña. En el centro, en la calle Broad, una vieja bomba proporcionaba agua a la comunidad.
Irónicamente. La bomba de calle Broad, alimentada por un pozo, tenía una reputación excelente por la pureza del agua. A pesar de que había cañerías para suministrar el líquido, mucha gente prefería usar la bomba local, y muchas familias dependían de ella los fines de semana, cuando se cerraban las cañerías. Al deducir que la bomba era la responsable del brote de cólera, Snow convenció a las autoridades locales que la clausuraran, cosa que hicieron el 7 de septiembre.
El 11 de septiembre la epidemia casi se había extinguido, después de haber cobrado más de 500
vidas. Entonces las autoridades dieron orden de investigar las causas. El párroco local, el reverendo Henry Whitehead, fue el más dedicado investigador. Totalmente contrario a la teoría de Snow, Whitehead estaba decidido a demostrar que el médico estaba equivocado.
Snow había advertido que el brote de cólera solo alcanzaba a varias calles, las cuales se surtían de esta bomba, y las fabricas, que aunque cercanas, la cervecería y otras casas, no había brotes de esta, y que algunos miembros de una fabrica de la misma calle Broad habían enfermado y muerto
al consumir agua de este pozo y la viuda del dueño de esa fabrica que aun viviendo a varios kilómetros, mandaba todos los días por una botella de agua.
La prueba final
Whitehead, el oponente de Snow, proporcionó la estadística final. De 137 personas que vivían en la calle Broad y usaban la bomba, 80 habían muerto. De 297 que no tomaron de esa agua, sólo 20 enfermaron. Ante esa prueba, Whitehead se puso del lado de Snow.
Aun ante estas pruebas, la comunidad médica no se convencían de que las letrinas fueran el origen del problema. Fue Whitehead quien dio a conocer la prueba fina: 40 días antes del comienzo de la epidemia, un recién nacido, había muerto por cólera, su madre lavó los pañales en el excusado de su casa y descubrió que este tenía fugas que iban a dar al pozo que alimentaba la bomba de la calle Broad.
Hasta 1884, el microbiólogo, Robert Koch de Alemania, descubrió la causa directa del cólera: el Spirillium Cholerae, ahora conocido como Vibrio Cholerae. Un bacilo con el comportamiento similar al “veneno” hipotético del cólera que describió Snow.
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